María Guerrero Rocca
VARIACIóN EN EL ESPEJO
Updated: Sep 2, 2021
UN CUENTO EN ESPAÑOL DE NUESTRA SERIOUS LADY MARIANELA MALDONADO.

Variación en el espejo
de Marianela Maldonado
No sé exactamente cuando me morí. Sé que ocurrió en Invierno, porque mi última imagen es la rama desnuda de un árbol contra el cielo blanco. Cada vez recuerdo menos de mi vida, no puedo imaginarme el dolor físico o el calor, ni que se siente amar o tener miedo. Lo que si me consume es un deseo arrebatador por volver a tener un cuerpo; es algo en lo que pienso todos los días mientras deambulo por los pasillos de la escuela. Este verano mi única compañía fueron los conejos salvajes, los pájaros tímidos en la cornisa, la luna temblorosa sobre las aguas del lago. Quise verme reflejada en el espejo del agua, pero ni siquiera eso logré.
Hace poco escuché la campana, me desplacé a toda velocidad para verlas entrar: las niñas caminaban elegantemente por los pasillos, mientras la señorita Helena les mostraba las habitaciones. Rostros ilusionados y frescos. ¿Podría yo volver a tener un rostro como esos?
Las veo hacer su primera clase de ballet, sus manos sobre la barra, los perfectos tandis y plies. Me llama la atención una rubia alta, seguramente rusa, quien ejecuta un perfecto grand-jetté. Cómo me gustaría volver a saltar! Seguro la rusa tiene un carácter férreo y debe ser difícil con ella. Hay otra que también me gusta, una niña de ojos negros desafiantes, escribe un diario y lleva la música en sus venas.
Observo a cada una con detenimiento, buscando cual será la mía, hasta que en una esquina descubro a Carolina, pecosa, se muerde las uñas mientras observa las coreografías. Me doy cuenta que ha sufrido y siempre es más fácil con las solitarias e inseguras.
Agitando las ramas del árbol, despierto a Carolina en el medio de la noche. Las sombras van avanzando sobre las paredes como una mano huesuda y abominable. Veo a Carolina incorporarse en la cama, todavía soñolienta. Hago un esfuerzo para mover el pomo, lo agito lo suficiente como para que la puerta se abra de par en par y Carolina sienta el terror. Golpeo el techo, la lámpara comienza a mecerse, y ella salta de la cama hacía el pasillo, arrastrando las sábanas por un buen trecho. Voy encendiendo las luces para obligarla a avanzar de prisa, fuera del edificio. El viento la arrasa, y la va llevando a la buhardilla detrás de los dormitorios. Se siente perseguida, la llamo por su nombre y sus ojos parecen salirse de sus órbitas. Es dócil, tal como lo imaginaba.
Entra a la buhardilla, descalza, temblando, cree estar en el medio de una pesadilla. Se para frente al espejo, y se mira, pero en realidad me ve a mi, no tengo la piel oliva como ella, ni sus ojitos verdes. Carolina es capaz de leer mi mente, en un instante sabe lo que me pasó, y lo que ve, la conmueve. En un gesto hermoso, Carolina atraviesa el espejo, se ofrece generosa. Al fondo de su cuerpo, un hogar me espera. Le agradezco, mientras limpio su lágrima, que ahora también es la mía. Qué maravilla tener un cuerpo! La tibieza de las manos, las tersura de brazos y cuello, este pequeño clítoris resguardado. En ese instante de transición, recuerdo como fui yo misma la que se hundió en el lago, y se propuso dejar de respirar. ¿Por qué me suicidé? ¿Cómo ocurrió? Carolina, dócil, duerme ahora en mi interior, a veces quiere ponerse las zapatillas e intentarlo, pero no la dejo, le pido que me deje bailar una vez mas. “
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